En lo que fue probablemente una noche fría y lluviosa en Belén, dos fatigados viajeros salieron de la región montañosa para entrar al pueblo en busca de un lugar para descansar. Por no ser personas adineradas, María y José habían hecho el viaje a pie con la ayuda de un asno, a pesar de que María estaba en el noveno mes de su embarazo. La congestionada ciudad no pudo ofrecer alojamiento a la sufrida pareja, por lo que tuvieron que recurrir a un establo.

Según la tradición judía, el establo que estaba detrás del mesón debió haber sido una cueva rudimentaria, como esas que perforan en las colinas que rodean a Belén hoy: la joven mujer dio a luz a su bebe sobre el duro suelo de un establo húmedo y oscuro.

María no contó con la ayuda de un médico o de una pareja en el alumbramiento. Solo José y los animales estuvieron presentes en el nacimiento, y por falta de una cuna, ella envolvió a su pequeño bebe en pañales y lo puso en un pesebre. No hubo ninguna ceremonia, cuando este Rey entro al mundo.

Sin embargo, en esa noche de Belén, el mundo fue transformado. El Dios todopoderoso descendió por medio de Su Hijo Jesús para perdonarnos nuestro pecado, hacernos hijos de Dios y transformarnos a su semejanza. Jesús es nuestra única esperanza. Solo Él puede hacer posible que estemos de pie e la presencia de Su Padre y que percibamos el cielo como nuestro hogar eterno. De eso se trata Navidad. Jesús no es solamente la razón de la fecha. Él es la razón del gozo, paz, la felicidad y la seguridad eterna que tenemos.

El regalo invalorable de Jesús esta al alcance de toda persona de la tierra. Pero muchos no han escuchado jamás Su nombre. Hay personas en este mundo que nunca han visto una Biblia y que no saben nada del tesoro que legítimamente puede ser suyo.

El propósito de nuestro ministerio es hacer que el mundo sepa lo que ocurrió esa noche extraordinaria en Belén. Consideramos un privilegio el poder trabajar cada día para llevar el evangelio de Jesucristo a todo el mundo, al mayor número de personas posibles, lo más rápido posible, en el poder del Espíritu Santo, y para la gloria de Dios. No, la Navidad no fue una simple noche más.

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